JW Marriot Los Cabos Beach Resort & Spa: lujo que se siente

Por Rodolfo Tamés

Hay hoteles que intentan deslumbrar. Y hay otros que simplemente hacen que todo funcione con una calma casi invisible. El JW Marriott Los Cabos pertenece a la segunda categoría. Su arquitectura no busca imponerse: se disuelve en el desierto y deja que el paisaje haga el trabajo.

Desde el primer día entendí que en este lugar el reloj no manda. Todo fluye con una cadencia distinta: el servicio aparece justo cuando lo necesitas, sin protocolos ni guiones.

Una cena para empezar bien

La primera noche fue en Café des Artistes, el restaurante insignia del resort, dirigido por el chef Thierry Blouet. Hay platos que ya son parte de su historia: la crema de langostinos y calabaza, con 34 años en el menú, y un macarrón de mole que mezcla dos mundos sin pretensiones ni trucos. Ambos resumen lo que define al lugar: técnica, memoria y sabor. La cena se acompañó con destilados mexicanos y la certeza de que el ritmo de Los Cabos empieza a bajarte las revoluciones.

El jardín como idea

El JW Garden Party retomó esa misma energía, pero al aire libre. El montaje fue simple, casi austero, rodeado de plantas del propio jardín del hotel y una estética desértica que funcionaba por contraste: lujo sin exceso.

El chef Pablo Hildebrando diseñó un menú inspirado en las cuatro estaciones del año, con ingredientes del huerto. Destacó una vela comestible de mantequilla y jamaica con romero y limón amarillo: un guiño sensorial que resumía el espíritu de la velada.

La totoaba envuelta en hoja santa y verduras frescas, precisa y aromática, y un laminado de melones y manzana con maracuyá y mango fueron platillos que sobresalieron en el menú. Nada sobrecargado, todo en su lugar. Y sí, la vela de jamaica con romero y limón amarillo se volvió tema de conversación: un guiño sensorial que resumía el espíritu de la velada.

Un spa que entiende la palabra “descanso”

El JW Spa merece mención aparte. No solo por su tamaño —que es enorme—, sino porque está diseñado con inteligencia. Hay luz natural, materiales nobles y silencio real.

El espacio combina albercas interiores y exteriores, sauna, baño de vapor, jacuzzi, áreas separadas para hombres y mujeres y un temazcal tradicional que ancla la experiencia en el lugar. Además del clásico repertorio de masajes, faciales, envolventes y tratamientos corporales, el spa ofrece asesorías fitness, rituales en pareja y acceso con day-pass para quienes solo quieren desaparecer unas horas. La alberca de agua salada es un bonus inesperado.

Comer, pero sin prisa

El resort tiene seis restaurantes y bares, cada uno con su propio ritmo. UÁ Culinary Artisans ofrece cocina internacional con vistas al agua; MarHumo arranca como parrilla de día y se transforma en experiencia nocturna; Niparaya JW Bar sirve cocteles bien pensados y sashimi fresco; Auka Deli es la parada de café y pan antes de explorar; y Kaha Bar es el punto ideal para un trago entre piscina y atardecer.

El lujo, bajito

En un destino donde muchos hoteles compiten por quién brilla más, el JW Marriott Los Cabos gana por lo contrario: su capacidad de desaparecer. Todo está pensado para que lo esencial —la comida, el descanso, el paisaje— ocurra sin esfuerzo.

Más que una experiencia de lujo, se siente como un recordatorio: el bienestar no necesita discurso, solo espacio.

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