5 platillos mexicanos que saben a Navidad (y por qué son tan icónicos)


En México, la Navidad no solo se celebra: se sirve. La mesa decembrina es un mapa de herencias (convento, España, ingredientes locales, recetas de abuela) y también de acuerdos familiares: “aquí siempre hay romeritos”, “sin ponche no es Navidad”, “el bacalao se hace desde un día antes”.

Estos cinco platillos son de los más queridos porque tienen eso que solo logran los clásicos: sabor a tradición, olor a casa y un pretexto perfecto para juntarnos.

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Bacalao a la vizcaína

Es el rey salado de la temporada. El bacalao (tradicionalmente bacalao seco) llega con una historia de ida y vuelta y, en México, se vuelve festivo con jitomate, aceitunas, alcaparras, papa y un buen chorro de aceite de oliva.

En cada casa cambia el balance: hay quien lo prefiere más caldoso, quien lo hace más “guisado”, quien suma chile güero o le da un toque ligeramente dulce con pimiento morrón. Lo mejor es que mejora reposado: al día siguiente sabe más profundo, más integrado, más Navidad.

Romeritos con mole

Si el bacalao es el rey, los romeritos son el platillo que define la identidad chilanga y del centro del país en estas fechas. El romerito (que no es romero) se cocina y se baña en mole, casi siempre con tortitas de camarón y papitas. El resultado es raramente perfecto: herbal, salado, dulce, especiado, con esa textura que divide opiniones… y por eso mismo es tradición.

Para muchos, no hay cena navideña completa sin ese primer bocado que te recuerda a tu infancia, aunque jures que “este año sí voy a comer poquito”.

Ponche navideño

Técnicamente es bebida, pero en diciembre funciona como platillo emocional: calienta manos, abre conversación y huele a casa desde la calle. El ponche mexicano suele llevar guayaba, tejocote, caña, manzana, tamarindo, ciruela pasa, canela y piloncillo, y cada familia decide si lo deja suave o lo “alegra” con piquete.

Lo icónico es ese equilibrio entre fruta cocida y especias, y el momento en que te sirven con todo y pedacitos: aquí el ponche también se come.

Buñuelos

Crujientes, dorados, con azúcar y canela (o bañados en miel de piloncillo o jarabe de guayaba), los buñuelos son el postre que suena a fiesta: literal, porque se rompen, se comparten, se pelean por la última pieza.

Pueden ser delgaditos como disco y súper crujientes, o más esponjosos, dependiendo de la región y de la mano que los hace. Lo seguro: son ese cierre feliz que te deja las yemas perfumadas y la mesa llena de risas.

Ensalada de manzana (la prima mexicana de la Waldorf)

En México, la ensalada de manzana es el “toque fresco” entre tanto guiso, y a la vez un postre disfrazado. La idea se emparenta con la ensalada Waldorf (manzana y cremosidad), pero aquí se vuelve completamente nuestra: crema o mayo (o mitad y mitad, según la casa), manzana, piña, uvas, nuez, pasitas… y el debate eterno sobre el toque secreto. Es navideña porque sabe a tradición familiar: no existe una receta única, existe la de tu casa.


Si sientes que falta uno en tu mesa, no estás mal: en muchísimas familias mexicanas la Navidad también es sinónimo de tamales (y a veces atole), o de pierna adobada y lomo para la gran rebanada de recalentado.

Pero si hablamos de los imperdibles que aparecen una y otra vez cada diciembre, estos cinco son el corazón del sabor navideño mexicano.

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